miércoles, noviembre 30, 2005

VTP. Cap V. Dos Rombos. Cuarta Parte

Parte III. La voz de alarma.

Norma básica de colegio inculcada por mi familia: “Si el maestro te da un azote es porque algo habrás hecho”, subartículo A1 de la norma añadido por mi hermano Toni cuando mi madre no nos oía: “Sí, pero si el azote es con la regla en la mano, aguántale la mirada”.

Aún así, si hubiese sido una niña como las de ahora que se las saben todas, habría dicho en casa:

-“Mamá, me parece que la señorita no lleva sus métodos pedagógicos por buen camino”.

Pero como era una niña de inocencia preservada por Walt Disney y los dos rombos pensé que así era la escuela y reaccioné como Chuck Norris en una prisión en medio de la selva coreana: ver, oír y callar, y sobre todo no hacer amigos que pudieran convertirse en siguientes víctimas de la “Cartilla”.

Las consecuencias de La Casa de los Horrores tenían que notarse por algún sitio, más allá de volver a casa con las coletas deshechas de tanto tirón-represalia por saber leer y esquivar bofetones al estilo Norris. Así que empecé a tener pesadillas por las noches, que mis padres achacaron a que, en la nueva casa, había pasado de dormir en un catre en su habitación, a tener una para mi sola, con cama heredada del tamaño de dormir juntos mis 2 hermanos, que traducida a mi medida era del tamaño de 6 vueltas - pesadilla y media cama helada a los pies.

Mi pobre madre, con mi hermana La Rosita, recién nacida, mi padre de turno de noche de Taxi-Paga Hipoteca, y entre toma de las doce y toma de las cinco siempre se activaba la célula infrarroja de la alarma-unicachica desatando la misma sirenita nino-nino: “Mamá, mamamamamamamamamama”.

Y mi madre: “Ay hija, así no podemos seguir”.
Y mi hermano Carlos: “dale ya algo, pero que se calle”
Y mi hermano Toni: “pero que le pasa a esta niña”
Y mi hermana La Rosita: “buahhhhh”
Y yo: “¿déjame meterme en tu cama hasta que venga papá de trabajar”
Y mi madre: “Tienes que acostumbrarte a la habitación nueva”.

Y venga pasar meses hacia el fin de curso y yo venga “ver, oir y callar”, hasta que quiso Dios, o David Lynch, que mis 2 miedos se viniesen a juntar por fin en el mismo sueño produciendo un choque tan nefasto y revelador que hasta la vecina del quinto chasqueteó los dientes esa noche.

Una noche primaveral, a las 3 de la mañana empezó a temblar el jarrón de cristal con claveles polvorosos de tela de la mesa camilla, 2 platos ahumados Duralex estallaron en la alacena, las anillas de los visillos daban volteretas en la barra de madera, mi hermana La Rosita empezó a llorar, y entre los llantos se oía la alarma- unicachica:”mamamamamamamamamama”, y llegó mi madre corriendo, medio dormida y preguntándome con los ojos llorosos de no aguantar más y llorosos de acabar de ver a todos mis demonios aleteando contra el cristal doble de la ventana como moscardones gordos.

-Pero hija ¿qué es lo te esta pasa?

Y entonces yo solté un “que la señorita me quiere enterrar viva”, puse los ojos en blanco, di 2 vueltas a la cabeza como la niña del Exorcista y con la paz de haber expulsado por fin mis dos terrores favoritos, me quedé profundamente dormida, tras tantos meses de agotadoras pesadillas, dejándole a mi madre otra noche en blanco esperando a mi padre y agriándole la leche a mi pobre hermana La Rosita.

Continuará…

lunes, noviembre 28, 2005

VTP. Cap V. Dos Rombos. Tercera Parte

Parte III. Método de enseñanza de lectura para niños parvulitos.

Los que tenéis la paciencia de leer mis relatos choriceros, seguro que ya me vais conociendo, y pensareis que me voy a inventar una descripción de mi clase de parvulitos al más puro estilo de sala de torturas, con plataformas de pinchos hechos con bolis Bic Naranja y lapidaciones con gomas de leche.

Sin embargo en este capítulo voy a explicar el método de enseñanza aplicado por mi señorita en mi primer curso de colegio:

“La Letra con Sangre Entra”, método de enseñanza de lectura de niños parvulitos.

Materiales necesarios: Cartilla de lectura, lista de clase, una mano grande con uñas largas y un cuarto oscuro. El cuarto oscuro no es necesario que lo sitúe en la clase, si lo tienen en otra dependencia mucho más silenciosa se contribuirá gratamente a potenciar el miedo de los niños, incrementado sus resultado exitosos en alentar la lectura en el alumnado.

A.) Mande al niño que traiga la lección de la Cartilla de Lectura aprendida de casa, por ejemplo, la lección de la letra m.

B). Si usted, maestro o señorita, tiene las manos heladas, dese un tiempo para calentarse mientras los niños rellenan los cuadernos de Rubio, los bofetones con las manos frías contribuyen a su artritis.

C) Elija a un niño al azar de su lista de clase y sáquelo al lado de su mesa, si ese día necesita experimentar placer en cotas máximas elija al niño rubio y de gafas canijo que nunca se sabe la cartilla.

D) Señálele la m con la a, si el niño no contesta o duda aséstele un bofetón con fuerza.

E) Señale la m con la e, si el niño no contesta o duda aséstele un bofetón con fuerza.

F) Continúe la correcta aplicación del método hasta la m con la u, si el niño no ha contestado correctamente a ninguna comunique a todos que va a ser encerrado en el cuarto oscuro y lléveselo.

F) 1. Si antes de llegar a la m con la u el niño sangra por los oídos interrumpa el paso D y E del método y pase directamente al paso F.

F) 2. Si al comunicarle al niño que le va a llevar al cuarto oscuro el niño se hace pis encima ¡NO LE CAMBIE!, déjelo mojado para que todos vean las consecuencias de su cobardía.


Continuará...

miércoles, noviembre 23, 2005

VTP. Cap V. Dos Rombos. Segunda parte

Parte II. La Casa de los Horrores.

Debido a la mudanza de Cucarachalandia yo empecé el colegio a mitad de curso, con trágicas consecuencias.

Estaba jugando en el salón una mañana y entró mi madre, mi madre de metro y medio de alto, con la canas teñidas de castaño-caoba Kolestint y embarazada de ocho meses y medio de mi hermana La Rosita. Y me dijo:

- "Anda hija, vamos a arreglarte a ver si te encontramos colegio".

Me puso mi mejor faldita, me estiró las dos coletas hasta que quedé bien sonriente, me aplacó los remolinos de la coronilla con un poco de agua, y me enganchó al flequillo dos orquillas de ositos de ponerse los domingos.

Tengo que aclarar en este punto, que en otros barrios igual a uno le metían al colegio con matrícula y cartilla de vacunación. Pero en el Vallecas al estilo Twin Peaks se hacía sin premeditación ni alevosía, con el sarampión pasao y el libro de familia.

Y fuimos recorriendo los despachos de los directores, mi madre de metro cincuenta, castaña caoba kolestint y embarazada de ocho meses y yo con mis orquillas de ositos. Y mi madre les iba diciendo a todos:

- “Es una niña muy espabilada, sabe leer y escribir desde los 3 años, y de las 4 reglas, sabe sumar y restar”.

Y los directores iban diciendo:

- “Lo siento, pero no nos queda plaza”.

Hasta que llegamos al Liceo Versalles, donde mi hermano Toni hacía octavo, y la directora dijo:

-“Pues si la niña es tan lista habrá que darle plaza en este colegio”.

Y justo en ese momento oí un crujido terrible y desgarrador que me dejó casi tiritando y que nadie más debió escuchar porque la directora continuó diciendo:

-“Aunque no haya traído cuaderno puede dejarla ya usted hoy, la clase es la única que hay en este mismo pasillo, así los pequeñitos se ahorran subir escaleras”.

Salimos al pasillo, muy largo y empapadito todo de una oscuridad de polvo de tiza color gris marengo, con una sola puerta al fondo. Fuimos caminando muy despacito, yo asomándome por detrás de la falda de mi madre, con la mano fuertemente agarrada a su paño negro. Y entonces oí el chirrido de una puerta a mi espalda y giré la cabeza, “arreguñando” fuerte las faldas de mi madre de metro cincuenta, castaña caoba kolestint y embarazada de 8 meses y medio que seguía andando pasito de 5 años a pasito de 5 años, mirando hacia delante. Y vi una puerta que se iba cerrando, allí donde no había ninguna antes. Y dentro me vi a mí, con mis coletas estiradas y mis orquillas de ositos pintando con ceras en una mesa de colorines. Y luego me vi más mayor, en una habitación con otras niñas pintándome los labios por primera vez, y después a la orilla del mar, en viaje fin de curso dándole un beso al chico más guapo de la clase, y seguí viendo, apenas por la rendija que dejaba la puerta al cerrarse, como transcurría mi vida de “Señorita Pepis” de topicazo en topicazo, aderezados con banda sonora de Olivia Newton-John. Y comprendí que el crujido terrible que había escuchado en el despacho de la directora, era el que se oye en uno de esos momentos que parecen triviales pero que truncan tu destino para siempre. Y cuando me volví hacia la puerta de mi nueva clase de parvulitos, vi que en ella se había mimetizado el mismismo monstruo del armario de Poltergeist y lo reconocí susurrándome eso de “ven hacia la luz” aunque fuese el año 79 y Porltergeist aún no se hubiera filmado. Y me detuve un momento a tragar saliva, para que mi madre, de metro cincuenta, castaña caoba kolestint y embarazada de 8 meses y medio, se agachara como pudo, con sus piernas medio hinchadas de embarazo de 8 meses y medio, me apretara las manos y dijera:

-“Venga hija, no te vas a asustar ahora con lo echada palante que eres siempre”.

Y detrás de aquella puerta me dejó mi pobre madre, sin saber que dejaba a su hija en la mismísima Casa de los Horrores, construida sin duda sobre el viejo cementerio no trasladado de Poltergeist y camuflada de clase de parvulitos del Vallecas al estilo Twin Peaks.

Continuará…

lunes, noviembre 21, 2005

Vallecas al estilo Twin Peaks. Cap V. Dos Rombos

Parte I. Historias para no dormir.

Los lunes por la noche ponían en el canal de UHF, que ahora es La 2, “Historias para no dormir”. Salía El Ibáñez Serrador en un sillón de piel y orejones, y contaba dos tonterías sobre la película que íbamos a ver en un estilo, para que os lo imaginéis, justamente opuesto al que hace ahora el Garci.

En ese momento todos los niños del Vallecas estilo Twin Peaks cogíamos posiciones, primera fila a distancia de la tele de “niña quítate de ahí que te vas a quedar ciega”, abrazábamos un cojín fuerte, nos mordíamos el dedo pulgar para no gritar y dejábamos, como el que no quiere la cosa, la pierna cerca de la de tu hermano mayor, para ir propiciando el contacto en el caso de que hubiese que abrazarse a él en pleno ataque de pánico. Y era justo en ese momento cuando salían, en la parte superior derecha de la pantalla en blanco y negro, 2 rombos grandes, blancos e insolentes. En todos los pisos del Vallecas estilo Twin Peaks se escuchaba entonces un “Niña a la cama que es para mayores de 18 años y luego sueñas”, seguido de una especie de desgarro producido por nuestro grito infantil de ahogado fastidio y el ruido que hacían nuestras piernas empapaitas de un “sudor Jesús que miedo vamos a pasar”, al despegarse del sofá de polieskay con botones que plagaban los salones-comedores del Vallecas al estilo Twin Peaks.

Una noche pusieron un relato de Alfred Hitchcock, que causó tal impacto en el Vallecas al estilo Twin Peaks, como el día aquel en que el Iñigo se trajo a aquel que doblaba las cucharas. Y a pesar de ser niños de inocencia preservada por Walt Disney y los 2 rombos, nadie pudo evitar esta vez la filtración de la noticia a los crios preparvulitos con nefastas consecuencias sobre las ojeras de sus padres y su rendimiento laboral.

-“Anda, vete a la carnicería y le pides al señor Manolo cuarto kilo de chorizos de la cuerda roja”- dice mi madre.

-“Si mamá”- y salgo con los 20 duros bien apretados en el puñito y con el rintintin de todo el camino “cuarto kilo de chorizos de la cuerda roja, cuarto kilo de chorizos de la cuerda roja”.

Entro por la puerta del mercado grande:

- “¿Quién da la vez?”

Y las señoras:

- Pues yo cuando enciende el mechero y ve al muerto del ataúd.

Y yo:

- “Cuarto kilo de chorizos de la cuerda roja. ¿Quién da la vez?”

Y las señoras:

- “Y se da cuenta de que le habían enterrado vivo con el compañero de celda que era el enterrador de la prisión y que había quedao en desenterrarle…”

Y yo:

- “Cuarto kilo de chorizos de, enterrado vivo, !Ostras¡ !Ostras¡, de la cuerda roja. ¿Quién da la vez?”

Y las señoras:

- “Que había quedao en desenterrarle para ayudarle a fugarse de la cárcel”.

Y yo:

- “Medio kilo de fiambre, enterrado vivo, !Ay Dios Mío¡”

Y las señoras:

- “Pues eso le pasó de verdad a la prima de una que conocía, que cuando desenterró a su padre para cambiarle al nicho tenía en la tapa todas las uñas clavadas y…”

Y yo:

- “Cuarto, ¡Marcas de uñas¡, !Ay¡, ¡Enterrado vivo de verdad!, que me ahogo, de la cuerda roja”.

Y el carnicero Manolo:

-“¿Qué te pongo niña?”

Y yo temblorosa:

-“Cuarto y mitad de, no medio no, no, que me des chorizos por 20 duros y que toma que vienen mojados pero es que se me han caído en un charco”.

Y le acerqué con las manos empapadas de terror, dos monedas de cinco duros y una gorda de 50.

Continuará…

jueves, noviembre 17, 2005

Vallecas al estilo Twin Peaks. Cap IV. Las bicicletas son para el verano. Ultima parte.

Parte V. De cómo por fin me cayó una BH rosa que yo ya no quería.

Pues me tiré un montón de veranos, en los que mi tío Antonio venía a visitarnos desde Barcelona, con mi Orbea Blanca dando tumbos y echando la tradicional Vuelta Ciclista al Patio con Peter Koyote que, como había pegado el estirón, le habían comprado una BH grande y blanca.

Después Peter se mudó de barrio, que significaba que se quedaba en Vallecas pero cerca de la vía, y como eso estaba más allá de las fronteras del Paseo, sólo podíamos vernos los miércoles que era cuando venía a visitar a su abuela y podíamos juntarnos en el parque del cementerio donde habían puesto una canasta.

Así que, sin Peter y con el cambio del colegio de señoritas de monjas a otro en el que "la niña no lleve a las señoritas por la calle lamargura con sus gamberradas", me fui trasformando de “launicachica chicazo que habla por los codos, que no se calla ni debajo de agua y que aburre a una vaca”, en una chica sola, callada, muy metida en sí misma y bastante empollona, que es el proceso que nos pasa a todas las mujeres de mi familia cuando nos preparamos para la entrada en la adolescencia.

Por eso mi padre debió darse cuenta que se quedaba sin niña y dijo que me compraba la BH rosa que había visto en el Alcampo. Y yo dije "que no, que a buenas horas mangas verdes y que lo que quería era un espectrum” y me enfadé y di un portazo, que es algo que nos pasa a todas las mujeres de mi familia cuando nos preparamos para la entrada en la adolescencia.

Mi padre es un cabezota y me compró la bicicleta. Pero yo que también soy cabezota dije que no participaba en La Vuelta Ciclista al Patio porque no me daba la gana y le puse la expresión "tú veras lo que haces" (con la BH), que es una expresión que aprendemos todas las mujeres de mi familia cuando entramos en la adolescencia.

Así que salía mi padre y nos llevaba al campo a mi hermana y a mi. Eso de campo parece muy lejos pero estaba a cinco minutos andando y se trataba de unos campos de trigo atravesados por caminos de arena que recorrían la parte de atras de la “pareilla del cementerio”. Allí montaba yo la BH rosa hasta que mi padre fue comprendiendo que se quedaba sin niña y dejó de insistir en salir con la bici.

Llegó mi tío Antonio de Barcelona, como todos los veranos, pero esta vez vino bien entrado septiembre, cuando empezaba a hacer frío. Y me dijo:

-“¿Qué?, ¿no sales con tus amigos y con la bici?”

Y yo le puse una mueca de esas de “Tío Antonio que yo ya soy mayor”

Y él dijo:

-Bueno es que hace frío y claro, como dice la película “Las Bicicletas son para el verano”.

Con esa frase de película de Jaime Chavarri terminó mi niñez. Mi niñez en el Vallecas al estilo Twins Peaks, con lo que a mí me habría gustado que la hubiese terminado con una frase de “Corazón Salvaje” de David Lynch.

Pero como mi serie no tiene un continuo espacio-temporal, volvere a los cinco años en el próximo capitulo, que va ser uno que va a tener dos rombos. Y prometo no volver a hablar de bicicletas.

besos

martes, noviembre 15, 2005

Vallecas al estilo Twin Peaks. Cap IV. Las bicicletas son para el verano. Parte IV

Parte IV, De cómo mi padre me enseñó a andar en bicicleta.

Normas básicas sobre conducción y educación vial de mi familia: “Todo el mundo tiene que sacarse el carné de conducir a los 18, y hay que aprender a montar en bici directamente sobre 2 ruedas y no con 4”.

Como no hay dinero para comprar la bici que llevo pidiendo desde que vi la de Peter Koyote, mi padre se ha hecho con la bici vieja del Antoñín el de mi tío Manolo, que estaba en la parcela y la iban a tirar porque estaba hecha una mierda de meterla por los rastrojos. Le ha enderezado los radios con unos alicates, le he ayudado a arreglarle los pinchazos metiendo las gomas en un barreño con agua y poniéndole unos parches que había que calentar con un mechero, y ha quedado un adefesio de bici, la más canija y más fea del mundo, con un sillín de piel endurecida que me rasca las ingles, y en la que yo no voy a montarme ni loca, porque yo quiero una BH de mi tamaño, y además esta, no lleva frenos.

Mi padre me ha levantado temprano, para subir la cuesta y llegar hasta el Paseo, que es la frontera de mi barrio, para que pueda aprender a montar en bici en el Paseo, que los domingos lo cierran al tráfico, antes de que los jubilados salgan a pasear. Y ha salido mi padre, en una mano yo con mis rockys azules que ya sospechaba yo no me van a quitar nada de rozadura. Y en otra mano, cogiéndola en vilo, la bici adefesio en la que no pienso montarme.

Mi padre ha llegado al Paseo, la ha plantado en el suelo y ha dicho:

-“Ala, hija sube”

Me ha dado vergüenza volver a decir que no, después de tanto curro y después del madrugón, que mi padre ayer, tenia turno de noche en el taxi. Así que me he subido y mi padre me ha explicado que lo que tenia que hacer es mover el manillar de izquierda a derecha todo el rato, y luego ir girando cada vez menos y “de los pedales olvídate que yo te empujo”. Yo he dicho “mira papa, que tal lo hago” y él ha dicho muy bien, diez metros más atrás, así que lo de sujetarme el sillín y empujar era un cuento chino y por lo tanto yo me voy para el suelo sin remedio por que me he cagado y porque no me gusta que me cuenten cuentos chinos.

Y así el paseo se ha ido llenando de jubilados y mis rodillas se han ido llenando de costras.

Pero por fin he salido montando en bici. Mi padre ha dicho “venga, nos recogemos que esto se está llenando y tu madre ya estará terminando el cocido”. Y yo he dicho “Papá, déjame darme una vuelta pero ahora yo sola total”.

La primera media vuelta la he hecho despacito, moviendo el manillar muy exageradamente. Pero luego he comprendido que dándole fuerte a los pedales el manillar casi no hay que moverlo. Y he empezado a pedalear con todas mis fuerzas mirando como giraba la cadena. Cuando he levantado la vista me encontrado con una vieja, de esas que van de negro y con alpargatas que abundan tanto en Vallecas, y aunque he echado al suelo las bambas y he apretado con todas mis fuerzas, me la he llevado por delante sin remedio. He caído de boca pero no pensaba más que en como había quedado la pobre vieja. Me he levantado mareada y asustada e iba a acercarme a la viejecita que estaba en el suelo cuando me ha empezado a llover la bronca por parte de los jubilados que habían visto el homicidio en primer grado, del tipo: “Gamberros Juveniles que el Paseo lo cierran al tráfico y ni pasear podemos”. Yo me he asustado y he cogido la bici y me he dado a la huida al estilo Farruquito. Mi padre me ha visto aparecer en la otra punta del Paseo del Vallecas al estilo Twin Peaks, igualito que si fuera una visión de esas que tenía el padre de Laura Palmer cuando se le aparecía su hija y el enano bailón, solemne con la nariz hinchada y con la camiseta del naranjito perdida de sangre. Y cuando me ha dicho “¿que te ha pasado hija?” me he echado a llorar y le he abrazado manchándole su camisa blanca de los domingos y he confesado:

-“Papá, ¡que he matado a una vieja!”.

Y mi padre ha contestado:

-“Anda ya hija, que exagerada eres, y vámonos ya que la que me va a matar es tu madre cuando nos vea a los dos aparecer con la ropa de los domingos manchada”.

Y aunque aquella noche no dormí nada pensando en la pobre viejecita y en mi huida cobarde, he escrito este post contándolo como si hubiese ocurrido ayer, porque fue una de esas mañanas de domingo en las que fui feliz, hasta que se me cruzó una vieja, de esas vestidas de negro y con alpargatas, que poblaban el Vallecas al estilo Twin Peaks.

jueves, noviembre 10, 2005

Vallecas al estilo Twin Peaks. Cap IV. Las bicicletas son para el verano. Parte III

Parte III, De cómo aprendí lo que era un kinki.

Salía yo del portal con mi Orbea Blanca cuando me encontré a Guadascupe, que era dos años mayor que yo y que fue la niña que me enseñó lo que era la menstruación.

Nos liamos a charlar en el portal, olvidando la quinta norma básica inculcada por mi familia: “Juega dónde mamá te vea por la terraza del salón”.

Era la hora de la siesta, así que por mi calle sólo bajaba uno de esas bolas de matorral de Espagueti Western.

Y salió de la sombra de los Soportales Prohibidos, de una sombra negra re-negra acentuada por el claroscuro del sol de justicia de la siesta, un hippie muy barbudo y muy melenudo con un guardapolvos largo, al más puro estilo de película del Cuervo.

No le conocíamos, ni como poli ni como camello. En el Vallecas estilo Twin Peaks a veces un niño gritaba “camello, camello” o “policía, policía” , y todos los niños salíamos corriendo a escondernos al “refugio”, que era un sitio que nos habíamos montado en las perpetuas zanjas de la telefónica poniéndoles de techo unas tablas mangadas de los escombros de la incipiente Colonia Nueva Delhi.

Allí escondidos y a base de asomar un poco la nariz para ver si descubría yo por fin la joroba del camello, que como era una niña de inocencia preservada por Walt Disney y los 2 rombos no tenía ni idea de que es lo que eran, había yo aprendido a distinguir a los camellos y a los policías. Y este hippie melenudo no era de ninguna de las dos especies, porque ni llevaba cadenas de oro como los camellos, ni llevaba zapatos negros como los policías.

-“Guau, vaya bici chula”-me dijo el melenudo.

Y como había dicho las palabras mágicas “vaya bici chula”, yo me olvidé en un tris tras de la sexta norma básica inculcada por mi familia: “Nunca hables con extraños”.

-“Gracias, mira le he puesto cordones en los manillares y una carta en los radios para que suene como las motos”

Y Guadascupe, toda envidiosa de mi bici le dijo al Cuervo. “Pues mira, yo también tengo un reloj blanco muy chulo que me regalaron el domingo por mi Primera Comunión”. Y le plantó la muñeca en las narices, con un Reloj Digital última generación, con correa blanca, paloma dibujada, un “Mi Primera Comunión” grabado en letras color oro y un 16:23 en una pantalla de cristal verde. El Cuervo le cogió un momento la mano para verlo mejor, perdió el interés y se volvió otra vez a mirar mi Orbea Blanca.

- “Y, ¿me dejas dar una vuelta?”- (Te “jo-y lo que sigue” Guadascupe que le mola más mi bici que tu reloj).

-“Es que…, mi madre no me deja prestar la bici”.

-“Vaya. Quería comprobar si corre, porque tiene pinta de pillar los doscientos”

-“Pues claro, que aunque tenga las ruedas pequeñas pesa poco y corre mucho, ¿quieres verlo?, venga cronometra”.

Y salí corriendo que me las pitaba a dar La Vuelta al Patio en cero coma, con el rey de espadas golpeando los radios.

Venía de regreso, batiendo todos mis records, con las piernecitas abiertas de par en par en pleno proceso de desaceleración de mi supermáquina, con los pedales girando solos como locos, soñando ya con haber reventado el cronometro del Cuervo Melenudo. Y vi a Guadascupe, sola, y llorando unos gipios que se oían en media colonia y parte del extranjero. Frené estilo “suelas de las bambas al rojo”, derrape final, bici al suelo que me costó un raspón que me importó un bledo y corrí asustadísima gritando “Pero ¿qué ha pasado aquí?, y una de las señoras, recién levantada de la siesta y con los rulos puestos me dijo desde su ventana.

-“Habrase visto el hippie ese que le ha quitado el Casio de la Primera Comunión a la niña”.

Y Guadascupe volvió a pegar otro gipio que atravesó toda mi calle de pueblo de Espagueti Western. Las señoras iban saliendo, con las legañas todavía puestas, mirando al cielo como si esperaran un ataque-desembarco desde la Nave Nodriza de los lagartos de "V”. Mientras la madre de Guadascupe ya venía corriendo descompuesta.

La hija de la Abuela de Negro, que era una bruja, preguntó:

-“Hija, ¿te ha tocao?”.

Y yo contesté por Guadascupe.

-“Pues claro que la ha tocao que...”

-“Ay dios mío que encima me la han desgraciao”-interrumpió su madre.

- “que yo vi que la cogía la mano para mirar bien el reloj”.- sentencié, justo cuando mi madre, que tenía la habilidad de materializarse de la nada con la zapatilla en la mano, hacía un “apunten fuego” de su “pardazotes” mortífero.

- “Ay, si es que este barrio se está llenando de kinkis”- dijo la madre de Guadascupe, y un eco de alivio que repetía “kinki, kinki” se fue alejando rebotando entre el Banco “Western Unión”, la casa- celda del Cheriff y las puertas de 2 hojas del Saloon de Can Can de mi calle de Espagueti Western.

martes, noviembre 08, 2005

Vallecas al estilo Twin Peaks. Cap IV. Las bicicletas son para el verano. Parte II

Parte II, El Agujero de las Siete Bombas.

Estábamos comiendo el cocido granaíno de jornalero emigrado a Madrid pasando previamente por Francia para ahorrar para la entrada del piso. Y mi hermano Carlos dijo:

-“Hoy he visto al Chorra en el rastrillo de Entrevías vendiendo piezas de bici, así que si ves al Chorra no le dejes una vuelta”.

Y mi madre dijo:

-“Anda, quien va a querer la bici de tu hermana”.

Lo cual me hirió mortalmente en el ventrículo izquierdo.

Y como en el Vallecas estilo Twin Peaks los vórtices se abren y se cierran y las historias imposibles siempre pasan, quiso Dios o David Lynch, que el Chorra apareciera dos semanas después por el patio, y dijera delante de todos:

-“¿me dejas dar una vuelta?”.

Y yo miré a Peter con su bici-triciclo de Julián Gorospe, y a Carlitos-el del padre que vendía pañuelos en el semáforo de la plaza de la Casa Socorro (cuadrados, de tela y con borde azul) con su pedazo de bici gigante y pintada de negro que, ahora sé, era muy parecida a las que se pasean por Ámsterdam, y les puse la siguiente expresión por encima del hombro: “Mirad, el Chorra, el más prometedor aspirante a delincuente juvenil del barrio, se quiere dar una vuelta en mi Orbea con los radios rotos y sin timbre, y sin luz y con ruedas gordas pequeñas, y con muchos parches porque tiene las gomas picadas”. Y con esa misma expresión chulita, me bajé despacito de la bici y dije:

-“Toma, pero tienes que frenar con las suelas de las bambas, que tiene las zapatas desgastadas”

Chorra sale disparado a dar La Vuelta al Patio, pasa por la meta y no frena, ni con las suelas de las bambas, ni contra un coche, ni contra el bordillo, que es como suelo frenar yo, más bien parece elevarse, allí en la lejanía, como si fuera el niño de ET y desaparece a doscientos kilómetros hora remontado la cuesta del Paseo.

Y Peter dice: “Eres tonta, que todo el mundo sabe que el Chorra manga bicicletas, y vas tú y se la dejas”.

Pero yo casi ni le oía, porque ya estaba sorbiéndome los mocos que me pendían cual dos velones, y secándome con la manga los dos lagrimones que me resbalaban por la mejilla, con la angustia de mi pobre Orbea, el castigo y el “pardazotes” que me iba a caer cuando se lo dijera a mi madre.

Me cayó un “que me quito la zapatilla”, un “ven que te quito esos mocos con el pañuelo papel de lija”, un “deja de llorar ya que al final te vas a la cama con el culo calentito”, y 10 días sin tele. Y cuando ya iba a tildar a mi madre de la madre más inmisericorde del mundo oí que la pobre mujer le decía a mi hermano Toni:

-“Anda, vete a casa del Chorra y a ver si te quiere devolver la bici de tu hermana”.

Mi hermano salió maldiciendo no sé qué de la “jodía niña y de a ver si se iba a tener que partir la cara” y mi madre salió a la terraza a gritarle mientras se alejaba subiendo la cuesta del Paseo, la tercera norma básica inculcada por mi familia: “Toni, que la mejor bofetada es la que no se da”.

Pasaron dos horas de angustia total, la de mi madre pensando que igual al final le habían apuñalado al niño, aunque yo, niña de inocencia preservada por Walt Disney y los dos rombos, le explicara todo el rato que no veía al Chorra capaz de apuñalar a nadie por una Orbea; y la mía, porque me veía descalificada definitivamente de La Vuelta al Patio y sin la posibilidad de que me compraran otra bici, ya que llevaba años pidiendo una BH con frenos y de mi tamaño y ya me sabía bien eso de “no le cabe a Baltasar en el camello”.

A las nueve y media, ya de noche y con el cielo lleno de murciélagos de verano, llegó mi hermano, desobedeciendo la cuarta norma básica inculcada por mi familia: “Regresar a casa antes de que se enciendan las farolas”. Con mi Orbea Blanca recién salida de una piscina de peleas de Valkirias en el barro.

-“Mamá, tranquila, que no me he pegado ni nada.”. Que el Chorra me dijo que la había tirado por los terraplenes de cerca del “agujero de las siete bombas”, y me he tenido que patear la zona hasta encontrarla”.

Me quedé muy contenta de que mi Orbea Blanca no sirviera ni para recambios en el rastrillo de Entrevías. Pero sobre todo me quedé contenta de que mi hermano Toni, el de no llevo a la niña al cine que ponen "Detrás del último no va nadie, una para mayores y no para niñas repipis", se había estado dos horas rastreando nada más y nada menos que en el mísmisimo quinto pino, que en el Vallecas al estilo Twin Peaks se llamaba "el agujero de las siete bombas".

lunes, noviembre 07, 2005

Vallecas al estilo Twin Peaks. Cap IV. Las bicicletas son para el verano. Parte I

Parte I, De cómo conocí a Peter Koyote.

Iba yo con mi primo Josito, el pelirrojo, que es el único al que conocía recién mudada desde Cucarachalandia, cuando vimos a un niño, algo más pequeño que nosotros… Perdón, iba yo con mi primo Josito, el pelirrojo, que es el único al que conocía recién mudada desde Cucarachalandia, cuando vimos la bici-triciclo azul universo equipo Reynolds de Julián Gorospe llevada por un niño más pequeño que nosotros.

-“Hola, soy Josito, ¿tú como te llamas?”
- “Peter Koyote”.
- “¿Me dejas dar una vuelta, Peter.”
- “No”

Y yo pensé: “!jo-y lo que sigue¡, el canijo no se corta un pelo”

Mi primo se quedó algo conmocionado, porque decirle a un niño desconocido de tu edad que no le dejas dar una vuelta en tu bici iba en contra de todas las leyes de la barriada y estaba castigado, como mínimo, con la lapidación con tizas de yeso extraídas de los escombros de la Colonia Nueva Delhi.

Pero conmocionado y todo, mi primo me cogió a parte y me dijo:

-“Oye prima, ¿y si se la quitamos?”.

Me quedé horrorizada, ya que yo con la mudanza había entrado en parvulitos del Versalles a mitad del curso escolar y eso en Vallecas se pagaba caro, y por lo tanto los abusones de parvulitos me habían convertido en la niña-colleja, en la niña-tírala de las coletas (6 meses tardé en exigir que me cortaran el pelo y convertirme en chicazo por cuestiones de supervivencia), y en la niña que trae el Dupis-Balón ideal para montar el partidillo de fútbol del recreo. Además yo conocía la primera regla básica inculcada por mi familia que decía así:

“Nunca le hagas a nadie lo que no quieras que te hagan a ti”.

Así que dije:

-“Anda primo, no seas abusón”.

No había terminado de decir "busón" y mi primo ya le había hecho un amago de patada lateral estilo Bruce Lee a Peter, seguido del empujón-especial-niño-marrullero y se estaba montando en la bici.

Y entonces yo recordé la segunda regla básica inculcada por mi familia, que decía así:

“La familia es lo primero”

Con lo que, aunque debilucha, aproveché que era un año mayor que Peter para agarrarle por detrás e inmovilizarle, mientras mi primo ya salía raudo y veloz como loco, pedaleando La Vuelta al Patio, con la bici-triciclo azul universo equipo Reynolds de Julián Gorospe.

Peter hizo entonces algo que no esperaba, porque en lugar de ponerse a forcejear y soltarme dos hostias como cualquier niño del barrio, se echó a llorar como las Magdalenas de la Bella Easo, dejándo la segunda regla básica inculcada por mi familia desparramada por el suelo y al borde la desintegración marciana. Y grité a mi primo, que iba ya pasando por lo menos la pancarta de Rey de la Montaña:

-“Primo, devuélvele la bici, ¿no ves qué es un llorica?”

viernes, noviembre 04, 2005

Vallecas al estilo Twin Peaks. Cap III. El Agujero Negro

Estábamos Peter Koyote, el otro Pedrito el de la señá Carmen y yo jugando con la arena, y se nos ocurrió que podíamos hacer el agujero más profundo que hubiese hecho cualquier niño del barrio desde por lo menos la época de Juan de Malasaña y su hija Manuela, héroes locales de los Levantamientos del 2 de mayo, bautizados en nuestra insigne iglesia de San Pedro Advíncula.

Y así procedimos a trabajar por lo menos durante 2 semanas en el engorroso proceso de llenar las bolsas Gusanitos Risi en la fuente del Paseo, andar perdiendo la mitad del contenido toda la cuesta abajo hasta el triángulo de arena del patio, mojar la arena, picarla un poco con lascas de ladrillos y un hierro que habíamos mangado de las perpetuas zanjas de la telefónica, liarnos la mano con la susodicha bolsa multiusos Risi + un poco de papel de periódico para ni pincharnos con las insulinas, ni cortarnos con los cristales de las litronas (el triangulo de arena también era zona de “valleros” , para más información ir al primer post de Vallecas al estilo Twin Peaks), ni mancharnos con las cacas de perro, y usar dicha mano para sacar la arena y repartirla llevándola en cacillo por todo el triángulo para que las lluvias no volvieran a meterla dentro, y por último ir forrando el agujero de bolsas multiusos Risi y trocitos de cristal marrón Mahou para que no cedieran las paredes.

Y así conseguimos un “peazo de agujero que te cagas pibe”, de más de medio metro de profundidad y con el grosor más o menos de 3 bracitos de niños de 6 años y medio. Y luego ya no pudimos tocarlo más porque llovió durante 3 días y nuestras madres no nos dejaron salir a la calle, y nos pasábamos el día metidos en casa de Pedrito el de la Señá Carmen, jugando a pilotar aviones con los mandos que nos hacíamos con las piezas del Exin Castillos.

Salió el sol al cuarto día y bajamos esperanzados a ver el “agujero más profundo y nunca visto del barrio” pero sólo nos encontramos con un pequeño charco que se había formado en una depresión del terreno de metro y medio de ancho, allí donde debería estar nuestro maravilloso agujero, que en estos tiempos habría sido el orgullo del Alcalde Gallardón. Pero lo que nos resultó sospechoso es que ahí, justo donde debían estar las 20 bolsas-multiusos Risi, se veían en el fondo, reflejados al sol sus rojos arcillosos, 2 ladrillos, mientras que las “bolsas sonrientes” se había desintegrado por arte de Bilibirloque.

Y eso nos tenía que haber hecho por lo menos sospechar que no nos iban a dar el record Guinness, cuando La Hija de la Abuela de Negro se asomó a la ventana y nos preguntó con voz amable.

- ¿Habéis sido vosotros los del agujero?.

Pero claro como éramos niños de inocencia protegida por Walt Disney y por la tele de 2 rombos, nada sospechamos y contestamos ilusionados.

- Si señora, ¿a que molaba?.

A lo cual la señora nos soltó el discurso de moda de:

- “Gamberros Juveniles, buena la habéis hecho, que no veis que por ahí se nos cuelan las ratas y el agua a los cimientos, que la casa nos la podíais haber tirado encima, y esta arena esta hecha para sacar a cagar a mi perrita y no para que vosotros gamberros juveniles, andéis todo el día haciendo agujeros y bebiendo litronas” – y tralarí tralará la bronca de cada día en la barriada, que por un oído nos entraba y por otro nos salía, si no llega a ser porque cogiendo la ultima bocanada de aire en mitad de un ataque de apnea pulmonar severo, nos dijo con voz ronca a nosotros, 3 pobres niños con espíritu minero emprendedor de 6 años y medio-“y ahora mismo voy a llamar a la policía”.

Si hubiésemos sido niños como los de ahora, que se las saben todas, recordando nuestro agujerito de medio metro de profundidad y del grosor de 3 brazos de niño de 6 años y medio habríamos contestado:

-Señora, si era por su bien, para que se pudiera ir usted de vacaciones a Nueva Zelanda con solo dar un saltito dentro del agujero.

Pero como éramos niños de inocencia preservada por Walt Disney y los 2 rombos pues nos echamos a llorar, porque por entonces la palabra policía en el barrio nos daba mucho miedo, y yo además la que más, porque mi padre era policía (uno de los secretos mejor guardados para evitar que los demás niños me saltaran los dientes de leche), y una cosa es que te metan en la cárcel, pero lo que es triste de verdad es que en la cárcel te meta tu propio padre, porque es su deber y la ley no puede hacer distinciones.

Y dábamos unos berridos, sobre todo yo, launicachica, que mi madre salió a la ventana a ver que pasaba. Y Peter Koyote le dijo “La Hija de la Abuela de Negro que nos quiere meter en la cárcel”. Y mi madre, mi heroína, dijo “No le da vergüenza ir asustando así a unos chiquillos, anda hija sube, y deja de llorar que no se que habrás liado ya, pero que a los niños chicos no los meten en la cárcel”.

A la hora de la cena llego mi padre de dejar el taxi, (policía hasta las tres y taxista en turno de tarde o en turno de noche según se podía), y mi madre le puso las lentejas en la cocina y le iba contando. “La Hija de La Abuela de Negro que hoy ha hecho llorar a la niña, con lo que tiene que callar, que la peor es ella, fíjate que el otro día venía La Abuela de Negro del quiosco con una de esas revistas y le dije yo:“Abuela, ¿dónde va con esa revista mujer?”, y me enseñó unas fotos que me quería morir allí mismo, y me dijo, mire lo que me hace comprar mi hija, debajo de la cama que las tiene”.

Y si hubiésemos sido niños como los de ahora, que se las saben todas, en la siguiente bronca de “Gamberros Juveniles…” la habríamos dicho:

-Ande señora, cállese y métase en su habitación a ver si le saca partido a su dedo con esas revistas que tiene debajo de la cama

Pero como éramos niños de inocencia preservada por Walt Disney y los 2 rombos, pues no nos enteramos más que de que a La Hija de la Abuela de Negro les gustaban las revistas de esas que te mueres cuando ves las fotos, y que mejor no cabrearla y dejar de hacer agujeritos. Porque en el Vallecas estilo Twin Peaks todos tenían sus secretos y las brujas siempre vivían en los pisos bajos.

jueves, noviembre 03, 2005

Vallecas al estilo Twin Peaks. Cap II. El Hijo de La Señora Infierno.

Recién mudada desde la Colonia Vilda, capital de Cucarachalandia y de la que ya os contaré en otro post, con 5 añitos y medio, me hallaba yo metiendo canicas en el guash enfrente de mi casa nueva cuando, zas, me llovió un jarro de agua y con él una voz de ultratumba que decía “Gamberros Juveniles” (el gamberro era yo porque heredaba la ropa de mi hermano Tony pero con más rodilleras y si no se me veían los pendientes de las orejas no se distinguía si era niño o niña), “idos a armar escándalo a otro sitio y no venir a armar jaleo debajo de mi ventana o ya sabéis lo que os espera”. Al final de esto me pareció oír una risa terrible, un bufido y un batir de alas de murciélago, pero no sabría deciros si eso fue mi miedo o lo escuché de verdad.

Y así supe de La Señora Infierno, y aprendí que se juega en la arena del otro lado, pero nunca en el del lado de La Señora Infierno.

Como el piso bajo de La Señora Infierno estaba enfrente de la terraza de mi salón, me dediqué a vigilar su casa entre los visillos, sin resultados, porque a La Señora Infierno no se la veía nunca y las persianas del Bajo de La Señora Infierno nunca se abrían, salvo una rendijita pequeña en agosto, a la hora de la siesta, para derramar agua por el pollete de la ventana. El único ser vivo que entraba y salía del Bajo de la Señora Infierno era su hijo, que siempre volvía a casa tambaleándose, por las noches, y que también daba miedo, pero menos.

Si hubiera visto Psicosis me habría imaginado que él era Norman Bates y que tenía a su madre emparedada detrás del alicatado de cuadrados blancos del baño, y que la había matado porque se empeñaba en subir las persianas cuando él, engendrado por La Señora Infierno y El Conde Drácula, no se cansaba de explicarle que el sol le producía úlceras y como ella no quería entrar en razón pues la había apuñalado al más puro estilo escena de la ducha de Hitchcock pero en la penumbra del bajo-52 metros cuadrados- cuatro habitaciones profamilia numerosa humilde pero honrada orgullo de la España de Franco y muy promocionada en el NODO, del edificio de renta antigua de enfrente de mi casa. Y ahora ponía voz cavernosa de mujer mayor para alejarnos de su ventana y que no escuchásemos los gritos de las victimas que guardaba en la despensa. Pero por aquel entonces los 2 rombos conservaban nuestra imaginación y nuestra inocencia en mundos más seguros, como los de “Herbie Volante Loco”.

Un día que tenía fiebre y no fui al colegio, vi por fin a La Señora Infierno, salió moviendo un culo que me pareció gordísimo, con un vestido gris, andando al más puro estilo pingüino-fragairibarne, mi madre me dijo, “mira esa señora, sale todos los días a poner azufre en su esquina, para que no se meen los chuchos”. Y con esa visión perdí el miedo a La Señora Infierno y también el respeto.

-“No sé porque la llaman La Señora Infierno”- le decía yo a Peter durante mi etapa de niña marisabidilla – “por que Infierno no es agente activo del mal”- decía subiendo la voz cerca de su ventana pero lejos de la onda expansiva del Jarro de Destrucción Masiva, “En todo caso debería llamarse Señora Diablo o Señora Lucifer, Reina de las Tinieblas que esos si pueden ad-je-ti-var se” - esto del adjetivo lo acaba de aprender y andaba yo toda pedante con los adverbios, los sustantivos y los adjetivos- “de ser bien malos”.

Y pasaron los años, y yo me independicé y me marche del barrio, y La Señora Infierno murió, y el hijo heredó la casa con las persianas bajadas.

No volví a saber de él en muchos años. Hasta que un día me encontré a La Susi y me contó:

- “¿Sabes que el hijo de la Señora Infierno se ha echado novia?”. - me lo dijo así, tal cual, porque el nombre en tu barrio te dura toda la vida, y La Susi es La Susi aunque ahora sea abogada de éxito con bufete propio, y El Hijo de la Señora Infierno se morirá siendo El Hijo de la Señora Infierno.

-“Pobre mujer, no sabe donde se ha metido, y ahora qué, ¿sube las persianas? ¿pone tiestos de flores?”

- “!Que va! Sigue igual que siempre, si vieras como es la novia lo comprenderías¡”.

-“¿Qué es? ¿Cómo la madre de Norman Bates?”

- “Peor”

Yo sentada en el Banco Santander ante el “interventor coleguita” arreglando unas cosillas, El Hijo de la Señora Infierno entra en escena y viene a sentarse en la mesa de al lado que es la del “Interventor Liante”, la del “Interventor Gruñón” como siempre, se queda vacía.

Interventor Liante: “Hombre, ¿otra vez por aquí?”.

Hijo de la Señora Infierno: “Que vengo a ver si tengo ya los 30 euros”.

IL: “Pero hombre si abriste el fondo la semana pasada”.

HSI: “Tu dijiste que 600 euros al 5% por ciento me gana 30 euros y he venío que macía falta que ya sabes que me he vuelto a quedar en paro y pues he pensao que con los 30 euros no tengo que tocar el subsidio.”

IL: “No seas tonto, tú no los toques, que así luego ganas más, hazme caso, además que esto tarda más de una semana en darte los 30 euros, pero tú los dejas y así luego te gana 31, 32 y así”.

HSI: “Bueno, si tu ya sabes que de esto no entiendo y yo, lo que tu me digas, que he confiao siempre, y bueno, pues ya que he venio mira a ver si ya me ha venio el subsidio en la cuenta que abrí con mi amiga, que bueno, que ya sabes que ya no es mi amiga, que lo hemos dejao pero bueno, que así son las cosas ahora en estos tiempos, que dice ella”.

IL: “No, el subsidio no te ha llegado todavía”.

HSI: “Y ella, ¿ha devuelto ya algo de lo que cogió? “

IL: “Aquí no hay movimientos, y tu hazme caso, que si la cuenta esta la tienes con ella no deberías cobrar aquí el subsidio. Piensa que ella también puede sacar dinero”

HSI: “Bueno no sé, es que, no sé, ha sufrió mucho sabes y claro, si necesita dinero, y total si yo no voy a tocar el subsidio, que yo con los 30 euros pues tiro ¿Sabes?”

IL: “Que no hombre, que los 30 euros no los tienes que tocar, que ya te he dicho que…”.

HSI: “Si ya sé. Si yo no te discuto, que yo sabes que hay confianza, y que lo que tu me digas, así que nada, me marcho, y que mañana pues vuelvo, a ver si me ha ganao ya los 30 euros”

Y allí se marchó, el Hijo de la Señora Infierno no el de la Señora Diablo, ni de la Señora Lucifer, Reina de las Tinieblas.