VTP. Cap VII. La Matanza de Vallecas-Texas. Parte 8
De las alcantarillas subía un olor caliente de agua estancada. Mi madre se sentó en el borde de la valla rematada en granito, lejos de los valleros y los “campistas de los portales”.
- “Ale hija, vete a jugar”- me dijo, y abrió su abanico con encajes negros.
Yo me quedé sentada a su lado, mirándome bailar mis pies, con mis rockys azules y mis rodillas llenas de costras. La luz de las farolas chisporroteaba en los bordes de los alfeizares. El mal transformaba a mis vecinos en desdibujadas figuras goyescas de ojos cavernosos.
La abuela de negro se levantó con su falda de paño y su chaqueta de punto negras, y se acercó con pasitos cortos. Yo tragué saliva.
-“ay que ver que morenucha y que fea se te pone la niña cuando llega el verano” – dijo sentándose al lado de mi madre.
Una brisa que venía reptando por el suelo sopló sus zapatos negros y se elevó después, llevando su olor a lavanda rancia por todo mi patio del Vallecas al estilo Twin Peaks.
Continuará...
- “Ale hija, vete a jugar”- me dijo, y abrió su abanico con encajes negros.
Yo me quedé sentada a su lado, mirándome bailar mis pies, con mis rockys azules y mis rodillas llenas de costras. La luz de las farolas chisporroteaba en los bordes de los alfeizares. El mal transformaba a mis vecinos en desdibujadas figuras goyescas de ojos cavernosos.
La abuela de negro se levantó con su falda de paño y su chaqueta de punto negras, y se acercó con pasitos cortos. Yo tragué saliva.
-“ay que ver que morenucha y que fea se te pone la niña cuando llega el verano” – dijo sentándose al lado de mi madre.
Una brisa que venía reptando por el suelo sopló sus zapatos negros y se elevó después, llevando su olor a lavanda rancia por todo mi patio del Vallecas al estilo Twin Peaks.
Continuará...