viernes, febrero 24, 2006

VTP. Cap VII. La Matanza de Vallecas-Texas. Parte 5

El lunes escampó. Yo amanecí hecha una colegiala gamberra de institución monjil, con mi red-tela de araña-cuerda de la ropa a los pies de mi cama de 6 vueltas pesadilla. Era toda una obra de ingeniería canija, de grandes agujeros furibundos y pobre resistencia.

Estaba claro que tendría que renunciar a mi identidad secreta a cambio de ayuda. Esta decisión la tomé tras mucho pensar entre la clase de sociales y la de religión, con gran esfuerzo, ya que llevaba casi 24 horas suavemente deleitada por la soledad autocompasiva del superhéroe, eso y que me arriesgaba a sufrir escarnio y cachondeo si alguien se enteraba de mis planes.

Como necesitaba la ayuda de al menos dos personas quedé a las cinco y media, recién salida del cole con mi falda tableada gris marengo para no levantar sospechas, con los que, había decidido debían ser mis nuevos ayudantes de superhéroe: Peter Koyote y Pedrito el de la señá Carmen.

Entraron con gesto afectado a mi habitación, adivinando la gravedad del asunto. Peter miró de reojo mi ventana con silueta de gárgola Chicken Run, única prueba bajo el sol de invierno de los acontecimientos del lluvioso fin de semana.

Sentados en la alfombra les fui contando todo, los pañuelos de mi hermano, el corro akelarre de Gárgolas, la llegada del mal a la familia de José el cojo, mi proyecto para atajarlo, el inminente fin del mundo y la amenaza nuclear. Que lo primero que tenían que hacer es elegir un nombre secreto y cual iba a ser el traje de superhéroe que llevarían, y que, por cuestiones de imagen era muy importante que lleváramos todos un motivo parecido, que los supervillanos viesen que se enfrentaban a un implacable grupo organizado como la patrulla X o el Equipo A y no a tres superhéroes amargados y solitarios con problemas de identidad secreta, como el pobre spiderman que andaba con rayadas mentales desde que se había enrollado con la mariyein.

Peter dijo vale y que él podía decirle a su madre, que cosía por las noches para hacer algún dinero, que nos hiciese unos trajes elásticos rojos.

Yo le dije a Peter que ni hablar, que vaya mierda de identidad secreta si se lo decía a su madre.

Pedrito el de la señá Carmen no decía nada.

Peter dijo que entonces robaría los patrones que son unas cosas para coser y nos los hacíamos nosotros, rojos y con calzoncillos por encima.

Yo le dije que yo no me iba a poner las bragas de puntilla blanca por encima de ningún traje y que era mejor que fueran negros porque de noche se camuflan más.

Peter dijo que de noche a él no le dejaban salir, que cuando encienden las farolas se tiene que ir para casa y que si mi plan era actuar de noche que no contara con él porque le ponían el culo calentito si no estaba en casa para la cena.

Yo le dije que como vivía en un bajo podía escaparse por la ventana después de cenar. Él dijo que un zipote que su ventana tenía rejas.

Pedrito el de la señá Carmen no decía nada.

Finalmente decidimos que lo importante era acabar las redes y que hacer nuditos todos, y que luego ya pensaríamos cuando nos venía bien a todos para salir a patrullar el patio. Nos pusimos Peter y yo entusiasmados y Pedrito muy callado a hacer nuditos. Iba Pedrito por el tercer nudo, cuando de pronto estalló y dijo:

- Pero vosotros sois gilipollas o qué. Que Gárgolas, ni que mal ni que superpoderes. El padre de José el cojo es un borracho que le han echado del trabajo porque andaba todo el día pimplando, y no creo que pueda hacer nada malo salvo timar al idiota de tu hermano para que le gane unas perrillas, que si no, iros a la bodega de ultramarinos Mariano y ya vereis que polio ni que monstruo, que está siempre por allí a ver quien le invita a un chato. Y nosotros somos críos sin poderes ni historias, esta red no vale ni para guardar mandarinas. Y yo me voy a mi casa que mi madre me va a hacer un bocadillo de Nocilla.

Peter y yo nos miramos, a ver si uno de los dos se atrevía a discutirle, con la cara marcada por un bofetón de realidad que había mandado a la cochinchilla nuestra percepción – espanto – Alicia –arácnida. No sabíamos que decir, la silueta de gárgola- Chicken Run de la ventana ya no estaba. El patio apestaba a paro y a vino de la bodega de Mariano.

Peter que siempre ha sido el más práctico de los dos metió la red obra de ingeniería canija debajo de mi cama de 6 vueltas pesadilla y dijo:

- ¿Si subimos contigo tu madre nos hace 3 bocatas de Nocilla?

- Venga y echamos un parchís con el tablero que me echaron los reyes – dijo Pedrito.

- Pero ¿tu hermano no se había comido las fichas amarillas? – dije yo ya subiendo la escalera hacia el segundo A que era donde vivía la señá Carmen.

- Sí, pero las cambiamos por unas lentejas, y si no juegas con las rojas y listo.

- No, las rojas me las pido yo – dijo Peter.

Y nos pusimos felices con nuestro bocata de Nocilla-Kriptonita, de espaldas al balcón y al mal que germinaba despacio junto al moho, en las manchas de humedad del bajo de renta antigua del padre del José el Cojo, entre el de la señora Infierno y el de Jl Guripa, en mi patio del Vallecas al Estilo Twin Peaks.

viernes, febrero 17, 2006

VTP. Cap VII. La Matanza de Vallecas-Texas. 4 parte

El día siguiente amaneció lluvioso. Un domingo de esos en los que las habitaciones de mi piso se hacían más estrechas, y el pasillo entre el salón y mi habitación se alargaba terriblemente como si estuviese bajo la cámara de una película de expresionismo aleman.

La puerta del salón se cerraba para que el calor naranja de la estufa de butano aguantara toda la tarde. El resto del piso se quedaba en azul oscuro. Mi padre encendía el Carrusel Deportivo y mi madre cosía cerca de la ventana, en la penumbra del cielo plomizo y del suelo hormigonado del patio.

El parquet se volvía de agua entonces, y yo, la niña de papel de arroz, sentada al estilo indio, con mi pijama de felpa y mis pies refugiados calentitos entre las piernas; veía, gracias a mi percepción – espanto – Alicia – arácnida, a la Tristeza, convertida en monstruo de vertedero de la Guerra de las Galaxias, serpentear nadando salón arriba salón abajo al ritmo de “Bebe Soberano, Es Cosa de Hombres”.

El mal seguía desparramándose a cántaros sobre el piso bajo del padre de José El Cojo, más allá de la figura de mi madre de metro cincuenta castaña caoba kolestint, que estaba encorvada cosiendo en primer plano.

Yo no sólo era la niña de papel de arroz, era la niña con percepción espanto – Alicia – arácnida capaz de percibir lo que otros no ven, era una niña chicazo capaz de pasarme el último tramo de escalera de un solo salto, yo tenía superpoderes y como Peter Parker en los comics de mis hermanos tendría que aceptar la enorme responsabilidad de vivir con ellos, aunque supusiera renunciar a una vida normal como cualquier mortal. A partir de mañana aprendería a escalar paredes y atajaría el terrible mal que nos asediaba. Me examiné las muñecas en busca de cualquier solución para lanzar telas de araña.

- “Papá, ¿me regalas las cuerdas que tienes en el bote del colacao?”

Y con ellas empecé a tejerme una primera red-tela de araña-cuerda de la ropa. Cantaron gol en Balaídos y yo ya hacía mi tercer nudito, sentada a los pies de mi madre en la penumbra del cielo plomizo y del suelo hormigonado de mi patio del Vallecas al Estilo Twin Peaks.

Continuará...

miércoles, febrero 15, 2006

VTP. Cap VII. La Matanza de Vallecas-Texas. Parte 3

Grandes nubarrones negros oscurecieron el telón claro de la incipiente Colonia Nueva Delhi construida con ladrillo visto de adobe blanco que cerraba el horizonte de mi balcón. Iban proyectando su sombra sobre el patio. Un SIMCA 1200 que estaba desaparcando encendió las luces. Los faros iban recorriendo la pared del bloque de renta antigua donde vivía el padre de Jose el Cojo, caían como focos en los altos muros de una prisión de máxima seguridad. La pared tenía una portería pintada con yeso donde jugábamos al fútbol. Una fina lluvia comenzó a caer embarrando las perpetuas zanjas de la Telefónica.

Mis gárgolas fugadas, que andaban posadas en las antenas del edificio de enfrente se agitaron, desplegaron sus alas gigantes y se echaron a volar en círculo. Ya no eran mis mascotas amigas anda ráscame la barriga. Habían sido poseídas por una extraña fuerza que las hacía bailar en un corro infernal por encima del piso bajo del padre de Jose el Cojo, entre el bajo a de la Señora Infierno y el bajo C de JL Guripa.

Unos goterones negros resbalaron por los cristales de su ventana, al tocar el ladrillo rojo se trasformaban en cucarachas azabaches que iban colándose en formación dentro del piso, a través de una grieta en el pollete.

Un rayo atravesó el corro de la patata infernal y al contraluz de la ventana del bajo del padre de Jose el Cojo, entre el Bajo A de la Señora Infierno y el Bajo C de Jl Guripa, se dibujó la figura de un Mr Hyde terrible y contrahecho por “Lapolio”.

Asustada me aparté de la ventana de la terraza del salón. Mis padres y mi hermano habían hecho “mutis por el foro”, dejándome sola en el escenario. Y yo, la niña de papel de arroz me dejé soplar hacía mi habitación por una corriente de aire, posándome asustada sobre mi cama de 6 vueltas pesadilla mientras el mal inundaba el piso bajo del padre de Jose El Cojo, entre el Bajo A de la Señora Infierno y el Bajo C de JL Guripa.


Continuará

jueves, febrero 09, 2006

VTP. Cap VII. La Matanza de Vallecas-Texas. 2 parte

Segunda parte.

Con tanto grito y tanto follón mi yo surrealista se fue adelgazando. Me convertí en una niña de papel de arroz y me quedé allí, de espectadora camuflada entre el gotelet de la pared.

Mi madre decía: “Ay las malas compañías”.
Mi padre decía: “Este niño es tonto”.

Y mi hermano intentaba explicar que era para ayudar al padre de José El Cojo, que le habían dado de inválido por “lapolio”, porque estaba desesperado y si no tendría que robar, y que lo que él intentaba evitar era que sus amigos se murieran de hambre con el padre en la cárcel y con “lapolio”.

Mi padre dijo que que inválido ni que niño muerto, que se dejaba engañar y que él no estaba trabajando día y noche para que su hijo vendiera pañuelos en la calle.

Mi hermano replicó que peor es robar y que su amigo se iba a morir de hambre, y que no veía que tenia de malo vender pañuelos en los semáforos, que peor era vender caballo como andaban vendiendo otros.

Mi padre dijo que eso era malo, pero que engañar y explotar a los niños también lo era y que como viera al padre de José El Cojo le iba a coger de la chepera con “lapolio”, con muletas o con lo que le diera la gana y que ya vería entonces lo inválido que era, y que para eso había pensiones de invalidez.

Mi hermano dijo que no le reconocían la invalidez y que él iba a seguir haciendo lo posible por ayudar a esa familia.

Mi padre dijo que a ver que posibles iba a hacer si no iba a salir de su cuarto en los próximos cuatro años.

Mi hermano insistió que no sabía que tenía de malo vender honradamente pañuelos de algodón con ribete azul oscuro elegante para el caballero, indispensable para la señora y suave con la nariz de su niño, en la parada del 54. Que el marido de la señá Carmen, la madre de pedrito, iba al rastro a venderlos y que eso si valía y que en la parada del 54 no, y que lo que pasaba es que a mi padre le daba vergüenza que el barrio viera a su hijo trabajando en el semáforo.

Mi padre dijo que la vergüenza era una cosa inventada para los curas para tenernos dominados, y que a él no le daba vergüenza nada, pero que los menores vendieran pañuelos era ilegal y sanseacabó.

Y mi hermano dijo que lo que tendría que ser ilegal era matar de hambre a una familia y de un portazo se encerró en su cuarto.

La casa se quedó en un silencio espeso como la grasa que se pega a las paredes de la cocina cuando se fríe panceta.

Y yo, la niña de papel de arroz me fui despegando cachito a cachito del gotelet de la pared. A través del visillo de encaje de la terraza del salón entraba insolente un reflejo llameante e infernal, que auspiciaba la llegada de algo terrible, algo que sólo mi percepción Espanto-Alicia-Arácnida comenzaba a discernir acercándose hacia mi patio del Vallecas al estilo Twin Peaks.

Continuará

martes, febrero 07, 2006

Vallecas al estilo Twin Peaks. Cap VII. La Matanza de Vallecas-Texas

Primera Parte.

Era una mañana de sábado del año 1981. Yo me había levantado hecha una niña surrealista como las de los cuadros de Dalí, sólo que en pijama de felpa amarillo con gomas apretadas en muñecas y tobillos, en lugar de con un vaporoso vestido blanco de niña de burguesía catalana.

Como había amanecido niña surrealista, tras tomarme el chocolate con tostadas-estilo-estufa de butano me encerré en mi habitación de paredes blancas, cama de seis vueltas pesadilla y vista objetivo gran angular ojo de pez, que deformaba las líneas del solitario armario de madera oscura en perspectivas imposibles.

Abrí la ventana y en el alfeizar me estaban esperando ya un grupo de siete gárgolas de la catedral de Toledo, a las que yo, niña surrealista, las invité a entrar en mi habitación de paredes blancas. Entraron ordenadamente a través de mi doble ventana con cercos de aluminio, llenando mi cuarto orientación norte con luz de invierno; de muecas románicas, alas de piedra y grandes bocas abiertas.

Andaba yo ya bastantes sábados amaneciendo así de surrealista, empeñada en amaestrar gárgolas y es por eso que ya las tenía casi domesticadas. Todo mi afán era enseñarles el lenguaje de signos a ver si conseguía que me contarán los secretos de la ciudad de Toledo, que llevaban contemplando mudas desde hacía más de quinientos años. Podéis preguntaros por qué no las enseñaba a hablar, pero todo el mundo sabe que las gárgolas no tienen lengua. Tenía la esperanza de que me contaran cosas tan maravillosas como las que le contó la veleta gallo retorcido a Alfanhuí. Y ya de paso a ver si las convencía de que se mudaran a los canalones de mi colegio de muros de adobe blanco. Soñaba yo con una horda de gárgolas domadas proyectando en las tardes sus largas sombras sobre las paredes blanqueadas, aterrorizando a las monjas en las tediosas jornadas de silencio y oración a la Virgen María, y cazando estilo halcón de Feliz Rodríguez de la Fuente los donuts de chocolate de la cafetería.

Pero ocurrió algo que interrumpió de repente mis ejercicios de “dame la patita-plas-sit”, desbandándomelas a las siete en tropel por la ventana, que yo había cerrado pues era una mañana fría de invierno. Salieron las pobres aleteando asustadas con gran estruendo, arrancándome el marco de la ventana y dejándome un boquete en la fachada del edificio en forma de Gallina de Chicken Run.

Lo que ocurrió es que mi padre llegó de trabajar del turno noche de taxi paga hipoteca zarandeando a mi hermano y dando grandes gritos. Cosa que me dejó absolutamente desconcertada, pues mi padre rara vez levantaba la voz.

Y dijo:

- “Pues no he pillado a este vendiendo pañuelos en el semáforo de la parada del 54”.

Continuará….