jueves, julio 06, 2006

VTp. Cap VII. Parte 10.

La boina de paño subía y bajaba cortando la luz crema de las farolas, empotradas en el bloque de renta antigua.

- ¿Qué haces? – le dije.

- Cazo murciélagos – dijo él.

Yo me quedé callada.

- Y ¿cuántos has cogido?- dije un poco después.

- Ninguno, esto es como pescar, lleva un rato ¿sabes?.

- ¿Me dejas tirar a mí?

- No.

Estaba bastante emocionada, los murciélagos me daban algo de miedo pero, tener uno de verdad, eso era mejor que tener gárgolas imaginarias amaestradas. Si tuviera un murciélago lo alimentaría con moscas sin alas y le enseñaría a despeinar a las niñas repelentes de mi colegio de monjas. Dormiría por el día, y por la noche lo dejaría volar por mi habitación.

Peter se asomó por una rendija entre la persiana de madera recogida en un rollito con cuerda blanca y el alfeizar de su bajo de renta antigua.

- ¿Qué hacéis? – dijo.

- José el cojo va a coger un murciélago, le dije yo echando un trotecito hacia la ventana.

- Yo tengo una caja de zapatos, podemos guardarlo ahí.

- Bueno, pero yo lo cuido en mi casa.

- Eso ya lo veremos que yo tengo gusanos de cera para que pueda comer.

El reloj de la iglesia de San Pedro Advincula, donde fue bautizado Juan Malasaña heroe de los levantamientos del 2 de mayo, sentenció la una, y Peter y yo correteabamos patio arriba y patio abajo recogiendo la boina del Cazador de Murciélagos.

3 Comments:

Blogger UnValient said...

ta bueno

9:09 p. m.  
Anonymous Anónimo said...

Los murciélagos en Vallecas son mansos, como los de Usera. Sustituyen a los mirlos en los postes de teléfono cuando uno se olvida de mirar hacia ellos.

Saludos bacterianos.

5:27 p. m.  
Anonymous Anónimo said...

No está mal como deporte de aventura. :)
Un beso

9:52 p. m.  

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