Vallecas al estilo Twin Peaks. Cap IV. Las bicicletas son para el verano. Parte II
Parte II, El Agujero de las Siete Bombas.
Estábamos comiendo el cocido granaíno de jornalero emigrado a Madrid pasando previamente por Francia para ahorrar para la entrada del piso. Y mi hermano Carlos dijo:
-“Hoy he visto al Chorra en el rastrillo de Entrevías vendiendo piezas de bici, así que si ves al Chorra no le dejes una vuelta”.
Y mi madre dijo:
-“Anda, quien va a querer la bici de tu hermana”.
Lo cual me hirió mortalmente en el ventrículo izquierdo.
Y como en el Vallecas estilo Twin Peaks los vórtices se abren y se cierran y las historias imposibles siempre pasan, quiso Dios o David Lynch, que el Chorra apareciera dos semanas después por el patio, y dijera delante de todos:
-“¿me dejas dar una vuelta?”.
Y yo miré a Peter con su bici-triciclo de Julián Gorospe, y a Carlitos-el del padre que vendía pañuelos en el semáforo de la plaza de la Casa Socorro (cuadrados, de tela y con borde azul) con su pedazo de bici gigante y pintada de negro que, ahora sé, era muy parecida a las que se pasean por Ámsterdam, y les puse la siguiente expresión por encima del hombro: “Mirad, el Chorra, el más prometedor aspirante a delincuente juvenil del barrio, se quiere dar una vuelta en mi Orbea con los radios rotos y sin timbre, y sin luz y con ruedas gordas pequeñas, y con muchos parches porque tiene las gomas picadas”. Y con esa misma expresión chulita, me bajé despacito de la bici y dije:
-“Toma, pero tienes que frenar con las suelas de las bambas, que tiene las zapatas desgastadas”
Chorra sale disparado a dar La Vuelta al Patio, pasa por la meta y no frena, ni con las suelas de las bambas, ni contra un coche, ni contra el bordillo, que es como suelo frenar yo, más bien parece elevarse, allí en la lejanía, como si fuera el niño de ET y desaparece a doscientos kilómetros hora remontado la cuesta del Paseo.
Y Peter dice: “Eres tonta, que todo el mundo sabe que el Chorra manga bicicletas, y vas tú y se la dejas”.
Pero yo casi ni le oía, porque ya estaba sorbiéndome los mocos que me pendían cual dos velones, y secándome con la manga los dos lagrimones que me resbalaban por la mejilla, con la angustia de mi pobre Orbea, el castigo y el “pardazotes” que me iba a caer cuando se lo dijera a mi madre.
Me cayó un “que me quito la zapatilla”, un “ven que te quito esos mocos con el pañuelo papel de lija”, un “deja de llorar ya que al final te vas a la cama con el culo calentito”, y 10 días sin tele. Y cuando ya iba a tildar a mi madre de la madre más inmisericorde del mundo oí que la pobre mujer le decía a mi hermano Toni:
-“Anda, vete a casa del Chorra y a ver si te quiere devolver la bici de tu hermana”.
Mi hermano salió maldiciendo no sé qué de la “jodía niña y de a ver si se iba a tener que partir la cara” y mi madre salió a la terraza a gritarle mientras se alejaba subiendo la cuesta del Paseo, la tercera norma básica inculcada por mi familia: “Toni, que la mejor bofetada es la que no se da”.
Pasaron dos horas de angustia total, la de mi madre pensando que igual al final le habían apuñalado al niño, aunque yo, niña de inocencia preservada por Walt Disney y los dos rombos, le explicara todo el rato que no veía al Chorra capaz de apuñalar a nadie por una Orbea; y la mía, porque me veía descalificada definitivamente de La Vuelta al Patio y sin la posibilidad de que me compraran otra bici, ya que llevaba años pidiendo una BH con frenos y de mi tamaño y ya me sabía bien eso de “no le cabe a Baltasar en el camello”.
A las nueve y media, ya de noche y con el cielo lleno de murciélagos de verano, llegó mi hermano, desobedeciendo la cuarta norma básica inculcada por mi familia: “Regresar a casa antes de que se enciendan las farolas”. Con mi Orbea Blanca recién salida de una piscina de peleas de Valkirias en el barro.
-“Mamá, tranquila, que no me he pegado ni nada.”. Que el Chorra me dijo que la había tirado por los terraplenes de cerca del “agujero de las siete bombas”, y me he tenido que patear la zona hasta encontrarla”.
Me quedé muy contenta de que mi Orbea Blanca no sirviera ni para recambios en el rastrillo de Entrevías. Pero sobre todo me quedé contenta de que mi hermano Toni, el de no llevo a la niña al cine que ponen "Detrás del último no va nadie, una para mayores y no para niñas repipis", se había estado dos horas rastreando nada más y nada menos que en el mísmisimo quinto pino, que en el Vallecas al estilo Twin Peaks se llamaba "el agujero de las siete bombas".
Estábamos comiendo el cocido granaíno de jornalero emigrado a Madrid pasando previamente por Francia para ahorrar para la entrada del piso. Y mi hermano Carlos dijo:
-“Hoy he visto al Chorra en el rastrillo de Entrevías vendiendo piezas de bici, así que si ves al Chorra no le dejes una vuelta”.
Y mi madre dijo:
-“Anda, quien va a querer la bici de tu hermana”.
Lo cual me hirió mortalmente en el ventrículo izquierdo.
Y como en el Vallecas estilo Twin Peaks los vórtices se abren y se cierran y las historias imposibles siempre pasan, quiso Dios o David Lynch, que el Chorra apareciera dos semanas después por el patio, y dijera delante de todos:
-“¿me dejas dar una vuelta?”.
Y yo miré a Peter con su bici-triciclo de Julián Gorospe, y a Carlitos-el del padre que vendía pañuelos en el semáforo de la plaza de la Casa Socorro (cuadrados, de tela y con borde azul) con su pedazo de bici gigante y pintada de negro que, ahora sé, era muy parecida a las que se pasean por Ámsterdam, y les puse la siguiente expresión por encima del hombro: “Mirad, el Chorra, el más prometedor aspirante a delincuente juvenil del barrio, se quiere dar una vuelta en mi Orbea con los radios rotos y sin timbre, y sin luz y con ruedas gordas pequeñas, y con muchos parches porque tiene las gomas picadas”. Y con esa misma expresión chulita, me bajé despacito de la bici y dije:
-“Toma, pero tienes que frenar con las suelas de las bambas, que tiene las zapatas desgastadas”
Chorra sale disparado a dar La Vuelta al Patio, pasa por la meta y no frena, ni con las suelas de las bambas, ni contra un coche, ni contra el bordillo, que es como suelo frenar yo, más bien parece elevarse, allí en la lejanía, como si fuera el niño de ET y desaparece a doscientos kilómetros hora remontado la cuesta del Paseo.
Y Peter dice: “Eres tonta, que todo el mundo sabe que el Chorra manga bicicletas, y vas tú y se la dejas”.
Pero yo casi ni le oía, porque ya estaba sorbiéndome los mocos que me pendían cual dos velones, y secándome con la manga los dos lagrimones que me resbalaban por la mejilla, con la angustia de mi pobre Orbea, el castigo y el “pardazotes” que me iba a caer cuando se lo dijera a mi madre.
Me cayó un “que me quito la zapatilla”, un “ven que te quito esos mocos con el pañuelo papel de lija”, un “deja de llorar ya que al final te vas a la cama con el culo calentito”, y 10 días sin tele. Y cuando ya iba a tildar a mi madre de la madre más inmisericorde del mundo oí que la pobre mujer le decía a mi hermano Toni:
-“Anda, vete a casa del Chorra y a ver si te quiere devolver la bici de tu hermana”.
Mi hermano salió maldiciendo no sé qué de la “jodía niña y de a ver si se iba a tener que partir la cara” y mi madre salió a la terraza a gritarle mientras se alejaba subiendo la cuesta del Paseo, la tercera norma básica inculcada por mi familia: “Toni, que la mejor bofetada es la que no se da”.
Pasaron dos horas de angustia total, la de mi madre pensando que igual al final le habían apuñalado al niño, aunque yo, niña de inocencia preservada por Walt Disney y los dos rombos, le explicara todo el rato que no veía al Chorra capaz de apuñalar a nadie por una Orbea; y la mía, porque me veía descalificada definitivamente de La Vuelta al Patio y sin la posibilidad de que me compraran otra bici, ya que llevaba años pidiendo una BH con frenos y de mi tamaño y ya me sabía bien eso de “no le cabe a Baltasar en el camello”.
A las nueve y media, ya de noche y con el cielo lleno de murciélagos de verano, llegó mi hermano, desobedeciendo la cuarta norma básica inculcada por mi familia: “Regresar a casa antes de que se enciendan las farolas”. Con mi Orbea Blanca recién salida de una piscina de peleas de Valkirias en el barro.
-“Mamá, tranquila, que no me he pegado ni nada.”. Que el Chorra me dijo que la había tirado por los terraplenes de cerca del “agujero de las siete bombas”, y me he tenido que patear la zona hasta encontrarla”.
Me quedé muy contenta de que mi Orbea Blanca no sirviera ni para recambios en el rastrillo de Entrevías. Pero sobre todo me quedé contenta de que mi hermano Toni, el de no llevo a la niña al cine que ponen "Detrás del último no va nadie, una para mayores y no para niñas repipis", se había estado dos horas rastreando nada más y nada menos que en el mísmisimo quinto pino, que en el Vallecas al estilo Twin Peaks se llamaba "el agujero de las siete bombas".
2 Comments:
Escribes muy bien. Un poco largo, pero vale la pena.
¿de verdad Vallecas era así años ha? yo es que soy de carabanchel.
seguiré leyéndote.
un beso
Pues Carabanchel de la epoca de la transición seguramente era parecido, supongo que no sería en todas las zonas, pero de niña mi barrio eran como deciamos 4 patios y poco más, y si que era así. Al menos tal y como lo recuerdo.
un beso
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