lunes, octubre 17, 2005

cualquiera que te oiga

A mis sobrinos les invitaron a un cumpleaños a las dos de la tarde. El cumpleaños empezaba a las cinco y era de su vecina de enfrente, que cumplía cuatro años. Mi sobrina Julia, que es la mayor, llamó por teléfono a su madre para que comprara un regalo de camino a casa, pero el teléfono de mi cuñada daba sin cobertura. Mi sobrino Guillermo que por aquel entonces tenía seis años subió a buscar entre sus juguetes y bajó uno digno de regalar, no había cogido el que menos le gustaba ni el que le parecía más cutre, había elegido un pinguino de peluche casi nuevo que pensaba le iba a gustar a la niña, negoció el consenso con su hermana para convertirlo en el regalo y decidieron envolverlo.

Estuve a punto de advertirles que no dijeran que el regalo era de segunda mano, pero al final no les dije nada, él estaba ilusionado y temía que pensara que estaba mal lo que iba a hacer.

Cruzaron la calle a las cinco dejandome en el quicio de la puerta de la casa de mi hermano con una verguenza angustiosa y culpable. Según se abrió la puerta enfrente Guillermo ya le estaba explicando a la madre de la niña que el pinguino no estaba recien comprado.

A la niña de cuatro años le encantó el pinguino.

Cuando recordaba esta historia viniendo ahora en el metro me acordaba de una de las frases más oídas cuando era niña "cualquiera que te oiga va a pensar que..."

besos,

1 Comments:

Anonymous Anónimo said...

Los regalos "de corazón" son los mejores. Y el pingüino lo era... vaya que si.

Besos de una maia.

7:09 p. m.  

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