Vallecas al estilo Twin Peaks. Cap IV. Las bicicletas son para el verano. Parte IV
Parte IV, De cómo mi padre me enseñó a andar en bicicleta.
Normas básicas sobre conducción y educación vial de mi familia: “Todo el mundo tiene que sacarse el carné de conducir a los 18, y hay que aprender a montar en bici directamente sobre 2 ruedas y no con 4”.
Como no hay dinero para comprar la bici que llevo pidiendo desde que vi la de Peter Koyote, mi padre se ha hecho con la bici vieja del Antoñín el de mi tío Manolo, que estaba en la parcela y la iban a tirar porque estaba hecha una mierda de meterla por los rastrojos. Le ha enderezado los radios con unos alicates, le he ayudado a arreglarle los pinchazos metiendo las gomas en un barreño con agua y poniéndole unos parches que había que calentar con un mechero, y ha quedado un adefesio de bici, la más canija y más fea del mundo, con un sillín de piel endurecida que me rasca las ingles, y en la que yo no voy a montarme ni loca, porque yo quiero una BH de mi tamaño, y además esta, no lleva frenos.
Mi padre me ha levantado temprano, para subir la cuesta y llegar hasta el Paseo, que es la frontera de mi barrio, para que pueda aprender a montar en bici en el Paseo, que los domingos lo cierran al tráfico, antes de que los jubilados salgan a pasear. Y ha salido mi padre, en una mano yo con mis rockys azules que ya sospechaba yo no me van a quitar nada de rozadura. Y en otra mano, cogiéndola en vilo, la bici adefesio en la que no pienso montarme.
Mi padre ha llegado al Paseo, la ha plantado en el suelo y ha dicho:
-“Ala, hija sube”
Me ha dado vergüenza volver a decir que no, después de tanto curro y después del madrugón, que mi padre ayer, tenia turno de noche en el taxi. Así que me he subido y mi padre me ha explicado que lo que tenia que hacer es mover el manillar de izquierda a derecha todo el rato, y luego ir girando cada vez menos y “de los pedales olvídate que yo te empujo”. Yo he dicho “mira papa, que tal lo hago” y él ha dicho muy bien, diez metros más atrás, así que lo de sujetarme el sillín y empujar era un cuento chino y por lo tanto yo me voy para el suelo sin remedio por que me he cagado y porque no me gusta que me cuenten cuentos chinos.
Y así el paseo se ha ido llenando de jubilados y mis rodillas se han ido llenando de costras.
Pero por fin he salido montando en bici. Mi padre ha dicho “venga, nos recogemos que esto se está llenando y tu madre ya estará terminando el cocido”. Y yo he dicho “Papá, déjame darme una vuelta pero ahora yo sola total”.
La primera media vuelta la he hecho despacito, moviendo el manillar muy exageradamente. Pero luego he comprendido que dándole fuerte a los pedales el manillar casi no hay que moverlo. Y he empezado a pedalear con todas mis fuerzas mirando como giraba la cadena. Cuando he levantado la vista me encontrado con una vieja, de esas que van de negro y con alpargatas que abundan tanto en Vallecas, y aunque he echado al suelo las bambas y he apretado con todas mis fuerzas, me la he llevado por delante sin remedio. He caído de boca pero no pensaba más que en como había quedado la pobre vieja. Me he levantado mareada y asustada e iba a acercarme a la viejecita que estaba en el suelo cuando me ha empezado a llover la bronca por parte de los jubilados que habían visto el homicidio en primer grado, del tipo: “Gamberros Juveniles que el Paseo lo cierran al tráfico y ni pasear podemos”. Yo me he asustado y he cogido la bici y me he dado a la huida al estilo Farruquito. Mi padre me ha visto aparecer en la otra punta del Paseo del Vallecas al estilo Twin Peaks, igualito que si fuera una visión de esas que tenía el padre de Laura Palmer cuando se le aparecía su hija y el enano bailón, solemne con la nariz hinchada y con la camiseta del naranjito perdida de sangre. Y cuando me ha dicho “¿que te ha pasado hija?” me he echado a llorar y le he abrazado manchándole su camisa blanca de los domingos y he confesado:
-“Papá, ¡que he matado a una vieja!”.
Y mi padre ha contestado:
-“Anda ya hija, que exagerada eres, y vámonos ya que la que me va a matar es tu madre cuando nos vea a los dos aparecer con la ropa de los domingos manchada”.
Y aunque aquella noche no dormí nada pensando en la pobre viejecita y en mi huida cobarde, he escrito este post contándolo como si hubiese ocurrido ayer, porque fue una de esas mañanas de domingo en las que fui feliz, hasta que se me cruzó una vieja, de esas vestidas de negro y con alpargatas, que poblaban el Vallecas al estilo Twin Peaks.
Normas básicas sobre conducción y educación vial de mi familia: “Todo el mundo tiene que sacarse el carné de conducir a los 18, y hay que aprender a montar en bici directamente sobre 2 ruedas y no con 4”.
Como no hay dinero para comprar la bici que llevo pidiendo desde que vi la de Peter Koyote, mi padre se ha hecho con la bici vieja del Antoñín el de mi tío Manolo, que estaba en la parcela y la iban a tirar porque estaba hecha una mierda de meterla por los rastrojos. Le ha enderezado los radios con unos alicates, le he ayudado a arreglarle los pinchazos metiendo las gomas en un barreño con agua y poniéndole unos parches que había que calentar con un mechero, y ha quedado un adefesio de bici, la más canija y más fea del mundo, con un sillín de piel endurecida que me rasca las ingles, y en la que yo no voy a montarme ni loca, porque yo quiero una BH de mi tamaño, y además esta, no lleva frenos.
Mi padre me ha levantado temprano, para subir la cuesta y llegar hasta el Paseo, que es la frontera de mi barrio, para que pueda aprender a montar en bici en el Paseo, que los domingos lo cierran al tráfico, antes de que los jubilados salgan a pasear. Y ha salido mi padre, en una mano yo con mis rockys azules que ya sospechaba yo no me van a quitar nada de rozadura. Y en otra mano, cogiéndola en vilo, la bici adefesio en la que no pienso montarme.
Mi padre ha llegado al Paseo, la ha plantado en el suelo y ha dicho:
-“Ala, hija sube”
Me ha dado vergüenza volver a decir que no, después de tanto curro y después del madrugón, que mi padre ayer, tenia turno de noche en el taxi. Así que me he subido y mi padre me ha explicado que lo que tenia que hacer es mover el manillar de izquierda a derecha todo el rato, y luego ir girando cada vez menos y “de los pedales olvídate que yo te empujo”. Yo he dicho “mira papa, que tal lo hago” y él ha dicho muy bien, diez metros más atrás, así que lo de sujetarme el sillín y empujar era un cuento chino y por lo tanto yo me voy para el suelo sin remedio por que me he cagado y porque no me gusta que me cuenten cuentos chinos.
Y así el paseo se ha ido llenando de jubilados y mis rodillas se han ido llenando de costras.
Pero por fin he salido montando en bici. Mi padre ha dicho “venga, nos recogemos que esto se está llenando y tu madre ya estará terminando el cocido”. Y yo he dicho “Papá, déjame darme una vuelta pero ahora yo sola total”.
La primera media vuelta la he hecho despacito, moviendo el manillar muy exageradamente. Pero luego he comprendido que dándole fuerte a los pedales el manillar casi no hay que moverlo. Y he empezado a pedalear con todas mis fuerzas mirando como giraba la cadena. Cuando he levantado la vista me encontrado con una vieja, de esas que van de negro y con alpargatas que abundan tanto en Vallecas, y aunque he echado al suelo las bambas y he apretado con todas mis fuerzas, me la he llevado por delante sin remedio. He caído de boca pero no pensaba más que en como había quedado la pobre vieja. Me he levantado mareada y asustada e iba a acercarme a la viejecita que estaba en el suelo cuando me ha empezado a llover la bronca por parte de los jubilados que habían visto el homicidio en primer grado, del tipo: “Gamberros Juveniles que el Paseo lo cierran al tráfico y ni pasear podemos”. Yo me he asustado y he cogido la bici y me he dado a la huida al estilo Farruquito. Mi padre me ha visto aparecer en la otra punta del Paseo del Vallecas al estilo Twin Peaks, igualito que si fuera una visión de esas que tenía el padre de Laura Palmer cuando se le aparecía su hija y el enano bailón, solemne con la nariz hinchada y con la camiseta del naranjito perdida de sangre. Y cuando me ha dicho “¿que te ha pasado hija?” me he echado a llorar y le he abrazado manchándole su camisa blanca de los domingos y he confesado:
-“Papá, ¡que he matado a una vieja!”.
Y mi padre ha contestado:
-“Anda ya hija, que exagerada eres, y vámonos ya que la que me va a matar es tu madre cuando nos vea a los dos aparecer con la ropa de los domingos manchada”.
Y aunque aquella noche no dormí nada pensando en la pobre viejecita y en mi huida cobarde, he escrito este post contándolo como si hubiese ocurrido ayer, porque fue una de esas mañanas de domingo en las que fui feliz, hasta que se me cruzó una vieja, de esas vestidas de negro y con alpargatas, que poblaban el Vallecas al estilo Twin Peaks.
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