miércoles, enero 18, 2006

VTP. Cap VI. Los Soportales Prohibidos. Novena parte.

Parte IX. La emboscada.

Nos rodearon, 3 por delante y 3 por detrás, nos apuntaban con sus Kalashnikov-Palos.

- “Arriba las manos y soltad las metralletas”- dijeron señalando nuestra pala espada y nuestras espada rastrillo.

Estuve a punto de decirles, envalentonada como andaba después de tanta aventura que “que metralleta ni que niño muerto, que éramos piratas bucaneros, que habíamos abordado tierras inexploradas en los confines del océano y que, como bandidos piratas con código de honor habíamos decidido dejar los mosquetones en el barco, porque llevar armas de fuego a las nuevas civilizaciones era una canallada, y que, desde las distancia con la que nos apuntaban con sus Kalashnikov- Palos que era aproximadamente distancia de “ay que te pincho en los riñones”, habernos apresado no tenia ningún merito. Y que además les iba a dar igual disparar porque teníamos superpoderes que nos habían permitido salir sanos y salvos del “Corredor del Pico”, donde seguro que ellos se cagarían si entraran".

Pero como siempre me pasa en estas situaciones, me dio un ataque de mudez repentino provocado por mi falta de cálculo, mi exceso de prudencia, un miedo traga saliva y un instinto extraño que es otro de mis superpoderes y que me decía que estos niños eran por lo menos del “Frente Polisario” y que más nos valía entonces convertirnos en “Comando” y llevar metralleta, lanzagranadas y dos líneas negras en la cara pintadas con los dedos.

- “Venga, las pinzas que son de nuestras madres”.

Como teníamos las manos en alto y nos estaban apuntando con sus kalashnikov-palos, el jefe ordenó que nos vaciaran los bolsillos. Las pinzas se desparramaron por la arena lavada. Vimos caer la piedra- ladrillo marca la senda, cayó como lo haría cualquier otra piedra de poca monta pero nos llenó la boca de un superbuchito de derrota, las alas de Red Bull se nos estaban pudriendo como una monda de manzana del día anterior.

- “Llevadles, contra la pared”

Ala, encima íbamos a morir fusilados, sin juicio previo ni petición de rescate a Peter Koyote ni a Pedrito el de la Señá Carmen.

Las pinzas se quedaron abandonadas. En medio de la contienda de guerrillas en las que se había convertido nuestra aventura, un helicóptero de Apocalipsis Now elevándose por encima del patio de colada vería su dibujo como el de los desperdigados restos de equipo vietnamita, abandonado por una patrulla de reconocimiento recién atacada con Napal. Creaban una estampa de desolación que amenazaba con espachurrar por el peso del desánimo mi nueva percepción Espanto – Alicia – Arácnida, junto con los demás superpoderes que aún no había descubierto pero que sabía que tenía porque me habían sacado del trance en el “Corredor del Pico”.

Me dejé conducir, a golpe de riñón Kalashnikov Palo hacia el rincón. Yo era un superman adolescente desmañado recién trasladado a un apartamento del plan vivienda Trujillo, decorado con la colección de teteras de porcelana de RBA editores.

Continuará…

2 Comments:

Anonymous Anónimo said...

Y por supuesto, no podían faltar los niños malos del barrioooo...

Dan ganas de ir a rescatarte y no sé si mandarte al Equipo A o a los Parchís.

(mañana la siguiente entrega?)
(sigues manteniendo esos poderes?)

4:09 p. m.  
Blogger launicachica said...

Bueno, para mi que los malos eramos nosotros, que les habiamos invadido y les mangamos las pinzas. A parte de que habría que investigar de que niño eran los calzoncillos que estuvimos poniendonos en la cabeza.

un beso Mot,

5:45 p. m.  

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